En el ple del senat d’aquesta setmana, el Grup Popular va presentar una moció per a constituir una ponència per estudiar les causes de la manca d’autoritat i respecte al professorat a la classe i fora, així com les mesures que s’han d’adoptar per recuperar la autoritat dels docents i l’adequat clima escolar.
La meva intervenció que reprodueixo en castellà (ja que encara reglamentàriament no la podem fer en català) ja explica la meva indignació en voler trametre i generalitzar que el sistema educatiu no funciona i..., de forma subtil que desitgen una autoritat en les escoles i classes que no comparteixo.
Ante todo, me gustaría explicar por qué estando de acuerdo con la creación de una ponencia presentamos una enmienda al texto de la moción. Lo hicimos porque nos parece que la propuesta partía de unas connotaciones negativas para la educación. Términos como la falta de autoridad y respeto, recuperar la autoridad o el adecuado clima escolar pretendían generalizar una situación del sistema educativo y de la escuela que parecía insostenible. A nuestro modo de ver, esto no es cierto ni es esta la percepción de la sociedad ni de los docentes ni de los alumnos. Ayer mismo, en un artículo, Pedro Uruñuela, catedrático de Filosofía e inspector de Educación, comentaba un amplio estudio que se hizo en centros de secundaria -que es donde seguro que nos pondremos de acuerdo en que hay más dificultades- del Observatorio Estatal de Convivencia Escolar, que se llevó a cabo por consenso de las diecisiete comunidades autónomas y de los representantes del Ministerio de Educación. En ese estudio se concluía que la mayoría del profesorado y del alumnado, entre un 85 y 90%, valora positivamente el clima de convivencia que existe en el centro, las relaciones entre adultos, las relaciones entre profesores y las relaciones entre todos ellos.
Nosotros hemos aceptado esta ponencia y presentamos la enmienda para dar un giro y con el fin de que también veamos las partes más positivas de nuestro sistema, sin querer ocultar que persisten problemas que es preciso abordar a fondo, aunque representen un tanto por ciento pequeño o minoritario, pero buscando la calidad debemos estar atentos a todos los aspectos. Tenemos que acordar que no haya discursos en los medios de comunicación, en la sociedad o incluso en los grupos políticos que generalicen una situación que no es la real.
Nosotros haremos nuestra aportación en esta ponencia sin confundir -y utilizaré términos clásicos- potestas con auctoritas; para nosotros, la autoridad no se otorga ni se concede, sino que se consigue y se obtiene a partir de la capacidad de influir, a partir de la capacidad de convencer a las personas para que, sin necesidad de recurrir al poder, asuman determinadas conductas. Este es un aspecto que no podemos olvidar cuando estamos ejerciendo la docencia en educación y en una sociedad democrática. Debemos trabajar para conseguir un profesorado preparado, que para nosotros quiere decir bien formado, no solo en conocimientos -que también- sino en pedagogía. Debemos trabajar para conseguir un profesorado motivado, que quiere decir que tenga expectativas profesionales, y debemos trabajar para conseguir un profesorado reconocido, que quiere decir valorado socialmente por las administraciones y por la sociedad.
A mi modo de ver, la educación solo es posible desde la autoridad moral del profesorado. Desde el poder es muy difícil -por no decir imposible- educar personas autónomas, que son las que después harán funcionar realmente a la sociedad.
Con este ímpetu y con este espíritu, participaremos en esta ponencia.
A partir de l’esmena del nostre grup hem consensuat un text com a títol per a la ponència més unànime però el debat que podeu llegir complert al Diari de sessions del Ple del Senat número 55 és bastant decebedor.